lunes, 23 de julio de 2012

El fantasma templario de Malamoneda


Torre templaria
En un paraje remoto de los Montes de Toledo, lejos de todos sitios y muy dificil de encontrar, está el despoblado de Malamoneda.  No hay carreteras, ni indicadores.  Solo un pequeño corral de cabras. Es un sitio muy especial, desolado pero se supone que mágico.

Queda en pie la mitad de una torre militar del Siglo XIII. Defendía una granja o asentamiento templario, que fue el origen de una pequeña población abandonada hace mucho tiempo.  Tambien existió una ermita románica, derribada y expoliada.


Pueblo medieval abandonado
 Todavía existen las ruinas de las casas medievales, abandonadas hace siglos, pero que resultan inquietantes. Se nota claramente que en ellas se reutilizaron buena parte de las piedras de la torre.
Cerca del río queda una misteriosa construcción arruinada. Puede ser castillo, convento, incluso termas romanas... pero se ignora todo de ella.  Toda una experiencia penetrar allí entre la vegetación que la invade.


 
Edificio desconocido
 Quizá lo más impresionante sea una extensa necrópolis con más de cien tumbas excavadas en las rocas de granito.  Los investigadores no se ponen de acuerdo en su origen, porque parece ser que se ha utilizado en diferentes épocas desde la Edad del Bronce.  En el laberinto de rocas de granito tambien hay piedras de sacrificios, antiguos centros de reunión, aras para misteriosas ofrendas y una sepultura doble de un padre y una hija con inscripciones romanas.



Ara o altar de ofrendas
Es un gran misterio el porqué durante siglos y siglos diferentes civilizaciones pusieron tanto interés en ir a enterrar a sus muertos a un sitio tan remoto.  La respuesta puede ser que el sitio tiene algo mágico, telúrico o como se quiera llamar.  Es sabido que los templarios escogían cuidadosamente sus asentamientos siguiendo unas especiales coordenadas y recogiendo ancestrales tradiciones.

Como todos los enclaves templarios, tiene su leyenda. En este caso da nombre al lugar y una explicación fantástica a las tumbas...



Piedra de sacrificios

En los campos de la Encomienda de Montalbán, después de la reconquista de la zona por Alfonso VI, los caballeros de la Orden del Temple defendían estas tierras de las invasiones musulmanas. En una de aquellas posiciones, una granja fortificada cerca del río Cedena, los caballeros cristianos se vieron cercados por los musulmanes en la torre defensiva.
Los moros no desistían de tomar la fortaleza y viendo que no podrían hacerlo guerreando, secuestraron a dos caballeros para ofrecerles una recompensa en oro si les abrían un portillo de la Torre. El primero contestó de manera airada y le cortaron la cabeza  inmediatamente. El segundo aceptó y recibió una moneda de oro en prenda. Al llegar la noche, el templario traidor abrió la puerta a los moros, quienes encontrando a los cristianos dormidos e indefensos, mataron a todos decapitándolos. El traidor, al reclamar el resto de su recompensa, fue también decapitado.

Los cadáveres de los templarios muertos fueron arrojados a los roquedales para ser devorados por las alimañas. Pero cuando no mucho tiempo después los cristianos reconquistaron el lugar, comprobaron que los cuerpos de los caballeros habían derretido la piedra, hundiéndose en ella hasta que tomó forma de sepultura y preservó sus cadáveres de las fieras. 
 
Sólo un cadáver había quedado sobre las piedras, el del traidor. De éste las alimañas solo habían dejado el esqueleto, que en la mano apretaba todavía la moneda de la traición.  Esta mala moneda dio nombre al lugar y al arroyo al que fue arrojada, Malamonedilla.

Los enterramientos se taparon con losas y en el roquedal se grabó una inscripción, relatando el milagroso suceso.  Pero por las noches, el ánima fantasmal del templario traidor busca su moneda para pagar al diablo el rescate de su alma.

Hasta no hace mucho, allí acudían el día de Todos los Santos los vecinos de Hontanar que tenían algún familiar gravemente enfermo, para pedir a la Virgen una muerte dulce si no era posible su curación. A cambio, dejaban velas sobre la roca y pasaban por ella una moneda, que llevaban al enfermo. Si éste sanaba la guardaba como amuleto toda su vida y si fallecía lo enterraban con ella en la mano. Costumbre pagana muy apropiada al lugar, ya que se cree que allí existió un centro de culto céltico-romano dedicado a los dioses del mundo de los muertos: Proserpina y Hades.

Conjunto de tumbas
No es la única tradición mágica del lugar.  Los habitantes de la zona pensaban que existía un tesoro "más antiguo que los romanos" escondido bajo un verraco de piedra o incluso que consistía en un verraco de oro.
Esto hizo que se abriesen y expoliasen todas las tumbas, puesto que muchas permacieron intactas hasta hace unos 100 años.

En cualquier caso, es un lugar con una fuerza especial que merecere la pena visitar... con un buen guía y nunca en un caluroso día de julio, como hizo quien esto escribe. 



jueves, 19 de julio de 2012

El perro de fuego - Monasterio de El Paular


Terminó mi ruta serrana en el Monasterio de El Paular, Rascafría (Madrid) que es una verdadera joya, ubicada en una zona de las más bonitas de la sierra madrileña y a pocos kilómetros de la ciudad de Madrid.

 Fue comenzado a construir en 1390 por Juan I de de Castilla, aunque la tradición dice que fue por orden de su padre Enrique II debido a que en una incursión guerrera en Francia su ejército había incendiado un monasterio de la orden cartuja y en compensación quiso construir otro en un sitio elegido por él mismo, debido a su belleza y a la abundancia de caza mayor, puesto que era el mejor sitio para cazar osos y lobos de todo su reino. Los reyes Trastámara construyeron un palacio tambien, que hoy en día es un lujoso hotel.

 Actualmente está habitado por una pequeña comunidad de monjes benedictinos, aunque durante 450 años fue un monasterio cartujo, la orden con las reglas más austeras.  De la vida de los monjes cartujos en el siglo XV procede la curiosa leyenda del perro flamígero, digna de una película de terror:

Se cuenta que una gélida mañana de invierno, el monje encargado de la portería del monasterio, al abrir la puerta se encontró con un mendigo postrado. El monje pensó que era uno de los muchos mendigos que acudían en busca de comida caliente y que en su espera se había quedado dormido. Al ponerle la mano encima descubrió con horror que estaba muerto.
Sin perder un minuto, fue a ver al padre prior para contarle lo ocurrido. Estuvieron un rato deliberando, no sabían qué hacer con el cadáver ya que las reglas de la orden cartuja son muy estrictas y no permitían que ninguna persona ajena a la congregación fuese enterrada en el cementerio de la comunidad situado en el jardín del claustro, siempre a la vista de los monjes para recordarles lo efímero de la vida.
Finalmente, decidieron darle cristiana sepultura en el cementerio del claustro, junto a los miembros fallecidos de la comunidad cartuja.
Unas horas después del enterramiento, a las nueve de la noche, las campanillas que llamaban a oración comenzaron a sonar. Los monjes acudieron a la iglesia para rezar, extrañados por no ser la hora en que tocaba ser llamados a oración, que debía ser a las diez. Hubo un pequeño alboroto y finalmente llegaron a la conclusión de que alguien se había equivocado y les habían llamado a oración una hora antes de lo habitual.
Durante varios días ocurrió la misma historia, las campanillas llamaban a oración una hora antes sin que nadie supiese quién era el que provocaba aquel suceso. El prior ya estaba harto de esta situación y ordenó a varios monjes que vigilasen por la noche para descubrir quién era el responsable de aquel alboroto.
Un poco antes de las nueve de la noche, cuatro monjes vigilaban las cuatro esquinas del claustro. Al dar las nueve en punto, las campanas volvieron a sonar. Los monjes se quedaron horrorizados al ver como un perro negro y gigantesco, que desprendia una extraña luz, como envuelto en llamas, después de tocar las campanas, salía corriendo a toda velocidad y se metía en la tumba del mendigo que días antes encontraron muerto a las puertas del monasterio.
Aquella visión heló la sangre a los monjes que contaron al prior que una bestia con aspecto de perro flamígero era el autor de los hechos que tanto les perturbaban.
El prior llegó a la conclusión de que se trataba del espíritu del mendigo que enterraron en el camposanto, que no se había arrepentido de sus pecados.
Estanque de la huerta del monasterio
Decidieron sacar el cadáver de su tumba y arrojarlo a una alberca que había junto a unas huertas. Cuando el cuerpo del difunto cayó al agua, un horrible aullido resonó por todo el monasterio, aterrorizando a los monjes.
A las diez de la noche, unos espeluznantes aullidos retumbaban por todo el monasterio. Parecían venir del estanque donde habían arrojado el cadáver del mendigo. Durante muchas noches seguidas se repitieron aquellos gritos, ladridos y aullidos infernales ante el terror de todos los monjes que, desesperadamente, intentaban no escuchar tapándose los oídos y rezando en voz alta.
Claustro con cuadros de Carducho

Se repitió este espeluznante suceso hasta que un día, en todos los monasterios de la orden de los cartujos, se oficiaron misas por el eterno descanso de aquel mendigo. Después de aquellas misas, el monasterio de El Paular volvió a la tranquilidad.



Retablo de alabastro
El Monasterio del Paular es una absoluta maravilla a nivel mundial, no demasiado conocida.  Cuenta con unas cuantas obras de arte verdaderamente únicas en el mundo:  Un retablo de alabastro maravilloso y único;  Una impresionante serie de 52 grandes cuadros de Vicente Carducho y El Transparente o Capilla del Sagrario que es la cumbre del Barroco andaluz.   Cualquiera de estas 3 cosas justificaría plenamente la visita, pero además hay un montón de elementos artísticos e históricos muy interesantes.

Capilla del Sagrario
Y algunas curiosidades, como un curioso pavimento hecho de guijarros de pedernal y huesecillos; una artística reja con imágenes fantásticas de sátiros; un templete en el jardín del claustro con 4 relojes de sol perfectamente conservados (una falsa tradición dice que uno de ellos es un reloj de Luna), etc, etc.

Una visita imprescindible en la Sierra de Madrid.  La visita guiada la hacen los propios monjes benedictinos que aprovechan para impartir doctrina católica, pero es barata y amena.


























martes, 17 de julio de 2012

El Carro del Diablo

Puerto del Reventón
Ruta senderista por el valle de Lozoya:  Subir el antiguo puerto del Reventón, que comunicaba Rascafría con la vertiente segoviana de La Granja de San Ildefonso.  Hace mucho tiempo que está en desuso al construirse carreteras más cómodas. Por sus empinadas cuestas solo subían las caballerías y con gran trabajo, de ahí procede su nombre:  Por que algún animal cargado reventaba por el esfuerzo.

Robledales
Valle del Lozoya - El Paular
Se sube por un camino bastante duro, entre los espesos robledales de Los Horcajuelos.  A lo largo del mismo podremos disfrutar de magníficas vistas sobre el valle del Lozoya y en particular del monasterio de El Paular, enmarcados por las alturas del macizo de Peñalara y la Cuerda Larga, hasta llegar a una zona de bloques de granito que es como un museo de escultura natural, al aire libre y a 1700 metros de altitud.
Merece la pena hacer un alto en la subida y demorarse un rato entre las caprichosas formas que toma la piedra.  Justo al final de esta zona rocosa, está una de las formas mas conocidas y características de la Sierra del Guadarrama, quizá por el misterio que añade la conocida leyenda que rodea al Carro del Diablo:



El carro del Diablo
La leyenda transcurre durante el final de la construcción en el siglo XV de la Catedral de Segovia, tarea que se encomendó a Juan Guas, renombrado arquitecto y escultor toledano de origen flamenco. Éste se comprometió a terminar la obra en un tiempo determinado.
  Pero el tiempo pasaba y llegaba la fecha límite, más las torres de la catedral no alcanzaban la altura deseada.
Tanto renegaba el maestro de obras de su suerte que se le apareció el mismo Satán engatusándolo con lograr la finalización del edificio a cambio de la posesión de su alma. Aceptado el trato, la obra progresó a ritmo endiablado (nunca mejor dicho) hasta que, próxima ya la finalización de la misma mucho antes de verse cumplido el plazo, el constructor, ahora seguro de sí y de su éxito, rompió el pacto diabólico. En venganza, el diablo convirtió en piedra el último de los carros que portaban pìedra hacia la obra dejándolo así definitivamente anclado en la ladera del Reventón, mientras que la Catedral terminó con una de sus torres algo menor que la otra.

Cualquiera que conozca la Catedral de Segovia (La Dama de las catedrales, por su elegancia) alegará que solo tiene una torre, esbelta y altísima.  Cierto, porque resulta que Juan Guas trabajó en la antigua catedral desaparecida hace siglos.

Esta antigua catedral estaba situada junto al Alcazar y fue escenario de grandes batallas en la Guerra de las Comunidades, incluso dentro de las naves, siendo practicamente destruida en 1520. La torre sirvió para que los Comuneros atacasen a las fuerzas realistas sitiadas en el Alcázar. Porque parece ser que solo existía una torre en aquella vieja catedral (tampoco hay que hacer demasiado caso a las leyendas)

De la antigua catedral solo se conserva el claustro, obra de Juan Guas, que fue desmontado piedra a piedra y trasladado a la actual Catedral de Segovia. Por supuesto, es espectacular y comparable al de San Juan de los Reyes en Toledo, obra del mismo autor.

 A mi particularmente, la peña en cuestión me parece una gigantesca tortuga con una gran piedra encima.  La ruta termina en el Monasterio del Paular, que merece capítulo aparte.








lunes, 9 de julio de 2012

El temible Cristo Negro de Cáceres


Otra imagen de Cristo con antiguas leyendas verdaderamente siniestras es el famoso Cristo Negro de Cáceres:  Supuestamente quien lo toca sin la debida devoción muere fulminado por una extraña energía.

Es una talla anónima del siglo XIV que ha inspirado numerosas leyendas.
 Tanto la Cofradía como la propia imagen del Cristo Negro siempre han estado rodeadas de un halo de leyenda y misterio, incluso pueden tener que ver con los templarios:  Se cree que el origen de la Hermandad está relacionado con la fundación en Portugal, en 1319, de la Orden de Cristo por parte de 20 caballeros templarios (huidos tras la desaparición de la Orden unos años atrás) y algunos de la Orden de Alcántara.  Incluso hoy en día, el Miércoles Santo, antes de sacar a la imagen en una impresionante procesión, los miembros de la Cofradía ejecutan una solemne ceremonia a puerta cerrada con ciertas reminiscencias templarias.


Quizá el origen del temor a la imagen esté en el miedo al contagio de la peste, o quizá el origen de su oscura fama proceda de que durante siglos la imagen fue testigo de muchas ejecuciones porque era mostrada a los ahorcados en sus últimos momentos.  De esta forma, se llegó a creer que apenas se la podía mirar y, mucho menos, tocar y quien así lo hiciera moriría. La creencia llegó a ser tan fuerte que para poder limpiar y trasladar al Cristo Negro se decidió usar guantes negros no sin antes acercarse a él con extremado fervor y devoción. Hubo momentos en que se llegó a pagar a pobres para que realizaran estas tareas. La figura era untada con cebolla y vino, perfumada y envuelta con sábanas.

Pronto pasó a ser la imagen milagrosa por excelencia de la ciudad, aunque rodeada siempre de un halo de temor:  Cuando la imagen salía en procesión con motivo de epidemias o sequías, muchos espectadores bajaban el rostro y miraban al suelo por la creencia generalizada de que los pecadores que mirasen el rostro del Crucificado serían castigados con la ceguera. Curiosamente, la imagen nunca ha peligrado en las numerosas guerras que han asolado la ciudad de Cáceres, incluso en la Guerra Civil las personas que rezaban en su capilla se salvaron casi milagrosamente de un bombardeo, lo que aumentó más su fama.

Hasta no hace mucho tiempo la imagen permanecía en su oscura capilla de la Concatedral de Santa María con muy poca luz, lo que acentuaba su aire de misterio.
En su emplazamiento actual por obras, en la Iglesia de la Preciosa Sangre, no impresiona tanto a no ser que uno conozca las viejas tradiciones.
Pero conociendo su oscura fama no puede evitarse el mirar al Cristo Negro con cierta precaución y es difícil atreverse a tocarle con las manos desnudas... por si acaso.